miércoles, 7 de marzo de 2007
Escrito por cocktailgenital a las 11:27 a.m.
Lejos de una comparación efímera o de despótricar a partir de una concepción monolítica de lo que un sustantivo (que a veces puede fungir como adjetivo o hasta interjección) puede delatar de nuestras carencias, presento un ejercicio narcicista muy útil para cuando nos hace falta meter un gol de visitante, o de un triunfo emergente ante la bestia de mil cabezas llamada cotidianidad. El mayor trabajo consiste en buscar homónimos; agraciadamente el mío es muy recurrente y funciona hasta como imagen institucional de monopolios y países enteros.
La importancia de llamarse Carlos: homónimo universal que trasciende las barreras de las clases sociales y los postulados de la ciencia natural. Carlos Darwin parte de sus pasarela de blablapitecus y confiere un sentimiento instintivo (¿instinto sentimental?) al hombre. Pero Carlos Marx nos recuerda que nuestra situación de proletarios requiere de una revolución a como dé lugar, un alejamiento de la alienación clasista: ¡Carlos del mundo, unios!. Muy probablemente esto le valió madres a Carlos Salinas de Gortari quien no negó en provocar apológicamente el célebre error decembrino.
Décadas atrás ya se escuchaban el llanto de la tierra y la sonrisa del cielo de manos de una exposición tonal ejecutada por el jaliscience Carlos Santana. Iclonoclasta y tequilero, salió "más cabrón" superando a su otrora maestro Batiz. Ya por esos tiempos, subrepticiamente se hablaba de un PAN de izquierda y de alternativa política afinidad social de la voz de Carlos Castillo Peraza. Si nos vamos más atras aún, Zacatlán era interpretado por mí homónimo idóneo y predilecto, Carlos Campos y su danzonera.
Pero para fantasías húmedas y estados financieros oníricos a partir de un homónimo-antónimo, qué mejor que el dueño de las canicas: Carlos Slim, próximo a ser declarado el segundo hombre más rico del mundo. En este caso sí vale la sentencia arrogante de que el segundo lugar es el primer lugar de los perdedores, ya que con esas derrotas no importa ser un perdedor si se tiene dinero suficiente para comprar EL Salvador y Guatemala juntos y de un sólo jalón.
Y apenas terminó de aterrizar de la anterior discrepancia cuando surge del limbo el ágil leitmotiv en re menor de Carl Orff y su Carmina Burana (pronúnciese Cármina). De lado quedan los principes y títulos hechos en castillos: Carlos, Juan Carlos, Karl, Charles...;y las variantes de género y número: Carla o Karla, Carlo. Ni qué decir de los juegos metatextuales (albúres) ¿quiére-s a Carlos o quiere-s a Carla?
Me acuerdo del autodenominado precursor del rock nacional, Alex Lora, cuando dijo que había más Carlos que perros y me inquieta que exista la posibilidad de que sea cierto. Entonces se redefine la ruta y llegan los Carlos Cuauhtemoc Sánchez, Carlos Hermosillo, Carlos Vives, Carlos Loret de Mola... pero ¡Oh benditos paralelismos honomásticos! sucuben los más forzados pseudónimos ante Carlos Chávez, Carlos Cuarón, Carlos Reygadas, Carlos Davis, Carlos Felix Tandem, Antonio Carlos Jobim, Carlos Carrera, Carlos Monsivais, la academia de San Carlos, Roberto Carlos (el cantante y el futbolista), Carlos Chaplin, Carlos Brown, Carlos Pellicer, Carlos Fuentes, Carlos n Charlie´s (valga la redundancia y ¡salúd!), Carlos Gardel, Carlos Septién, Charlie García... y contando -se aceptan contribuciones.
No sería descarada la idea de pensar en una recepción con todos los citados y los que, por falta de memoria, paciencia y algo de hartazgo, no he podido suscribir. Una noche de borrachos, músicos, poetas y locos, aún sin los errores de diciembre, 52 millones de dolares y sin estar manipulando primero noticias. Inneludible referirme al género masculino exclusivamente por cuestioners de cercanía, pero al final queda un atisbo de trascendencia genérica-numérica y seguimos siendo uno y muchos Carlos.
 
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